Francisca Villanueva cumplió 84 años y abrazó el oficio de la lavandería durante décadas, en la ciudad de Concepción de la Sierra. Hoy ya no ejerce, pero en el pueblo sigue teniendo popularidad y goza del cariño de los vecinos. Por Sergio Alvez
El de la lavandería es uno de los oficios tradicionales, que hoy se encuentran prácticamente en extinción. Se trata de un trabajo que como tantos otros, al menos en esta región, ha sido principalmente desarrollado por mujeres.
En Misiones, dada la abundancia de cursos de agua (ríos, arroyos y vertientes), la actividad llegó a tener cientos de exponentes. Generaciones de hijas e hijos fueron criados bajo el sustento económico que estas mujeres generaban con el lavado artesanal de ropa, que en muchos casos incluía además el planchado con plancha de carbón.
El ingreso al mercado de los lavarropas y las planchas eléctricas, sumado a otras circunstancias – en Posadas por ejemplo los desalojos de la Entidad Binacional Yacyretá a las familias que habitaban las riberas del río Paraná- fueron marcando el fin de esta actividad económica artesanal.

Francisca “Lita” Villanueva tiene 84 años y fue una de las últimas lavanderas de la provincia de Misiones. Vivió toda su vida en Concepción de la Sierra, donde gracias a su esfuerzo y su simpatía, es reconocida como personaje popular del pueblo.
¿Usted es nacida y criada en Concepción?
Así es señor. Mi padre se llamaba Patricio Villanueva y mi madre Esperanza Giménez.
Eramos 12 hermanos. Seis varones y seis mujeres. Vivíamos en la chacra, en el monte.
Hice la primaria hasta quinto grado.
¿Y cómo fue que se inició en el oficio de lavandera?
Mi abuela fue lavandera. Crió a todos sus hijos con ese trabajo. Lavando. Y yo desde
muy chiquita la acompañaba, porque cuando terminaba la escuelame quedaba tres
meses con ella, en las vacaciones. Ella me enseñó. Y yo también lavé toda mi vida y crié
a mis tres hijos gracias a este trabajo.
Siempre lavé en el arroyo Persigueriño y en vertientes.
¿Cómo es el trabajo?
Tuve siempre clientes en el pueblo. Voy a buscar la ropa y la traigo, arriba de mi
cabeza, en los brazos. De todo, sábanas, uniformes de policías, guardapolvos de
maestras, ropa de gurizada, de todo. Llevo hasta el arroyo. Lavo con jabón en barra y
paleta de madera, después llevo y seco en mis tendederos, y después se plancha con
plancha de carbón, se almidona y se dobla. Mis clientes me dicen que nadie deja la
ropa como yo. Muchas veces me quisieron contratar para que vaya a lavar a las casas,
en piletas, pero no me gusta, yo lavo en arroyo. Además no me hallo en el pueblo.
¿Cómo está usted de salud?
El 15 de enero cumplí 84 años. Vino mi hermano de Buenos Aires y festejamos. Estoy
bien. Sigo lavando, me tomo mi vinito al mediodía y a la noche. Escucho mi música. Mi
médico de siempre me dice que estoy sana. Espero seguir así.