La sequía y la bajante del Paraná recién empiezan
REGIÓN. La bajante actual del río Paraná, y el escaso régimen de lluvias en el horizonte, preocupan a quienes tienen que mirar el cielo para producir, o el río para pescar o trasladar su producción. Los movimientos ambientalistas, y los gobiernos, miran desde otro ángulo, pero con igual preocupación, a lo que parece ser una inminente temporada de sequía; el río Paraná, el río Paraguay y el Iguazú reflejan esta sequía que tiene su explicación más directa en la desforestación del Amazonas.
Es necesario modificar los circuitos productivos extractivistas y depredadores de recursos naturales. Si se vuelve a producir La Niña, el río languideciente y la sequía que nos espera estos meses son sólo más grandes que las del año pasado, y más chicas que las del año que viene.
La crisis climática roza niveles grotescos de situación, regalando postales que se parecen cada día más a una novela de Corman McCarthy, aunque tengan más relación con el documental de el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, Una verdad incómoda (2006). Nuestro país, y la zona geográfica en la que se sitúa Misiones en particular, está empezando a evidenciar de manera explícita los efectos ambientales de la depredación del Bosque Atlántico que había en toda la zona costera brasilera, y del cuál Misiones es todavía un pequeño haz de conservación.
La fatal bajante histórica del río Paraná que observamos cada vez que nos queremos tomar un mate mirando al paisaje ribereño es una realidad que se produce por la baja humedad que pueden transportar los Ríos voladores del Amazonas. Este fenómeno único, de grandes chorros de viento que sobrevuelan el sureste de Sudamérica trasladando humedad a una baja altitud (low level jets), está perdiendo una de sus fuentes de agua.
Como si fuera agua de un río, se estima que en la selva amazónica que se encuentra aún forestada evapora 4 litros de agua por metro cuadrado. La transpiración de los árboles viene en picada por la depredación de la selva amazónica fomentada, entre otros, por el actual presidente de la República Federativa de Brasil, Jair Bolsonaro.
El alimento de los ríos se está acabando
Según cuenta el geógrafo Alan Forsberg a un medio especializado en temáticas ambientales, esta “bomba biótica de humedad” que son los bosques amazónicos no solo producen humedad con la evaporación y precipitación que generan per se los árboles, sino que genera una baja de presión atmosférica en el ambiente y esto atrae a su vez más humedad del Océano Pacífico en su región ecuatorial. Además de ayudar a los vientos alisios que llevan lluvias a los Andes, también este proceso alimenta a estos ríos voladores que descienden hacia el sureste trayendo la lluvia y la humedad que necesitan los ríos y los bosques atlánticos -casi totalmente depredados.
Si falta algún escenario negativo que ayude a pensar al efecto de las secas que pronostica el panorama actual de crisis climática, ese Chaco Americano que abarca a Paraguay, Bolivia y el Norte Argentino se encuentra mediado casi en su totalidad por el agronegocio. Esa realidad sobre la que alertaba Pino Solanas en su película Viaje a los Pueblos Fumigados (2018), acompaña a la deforestación de la mata atlántica y produce transformaciones bárbaras del suelo y del ecosistema.
Una vez que el río Paraná se encuentra agotado por la falta de humedad, este curso de agua -que en sus 4.880 km recorre Brasil, Paraguay y Argentina, empieza a producir efectos en nuestra vida cotidiana mucho más significativos que la menos perceptible pérdida de humedad en el ambiente. A partir de la baja cota que se observa en el Paraná Sur se ha nacionalizado la noticia, porque el dragado del río es apenas suficiente para que la exportación de granos se haga con barcos menos cargados.
Al mismo momento que se complican todas las actividades productivas que tienen como insumo al río, como la pesca de río, el comercio de granos o las areneras y astilleros, también la producción de energía se ve comprometida en Argentina y en la región. A partir de este análisis, el gobierno nacional dispuso la Emergencia Hídrica. Mediante este mecanismo propone un paquete de $1.000 millones para atender “la afectación sobre el abastecimiento y calidad del agua potable, la navegación y operaciones de puerto, el ecosistema, la fauna íctica y la generación de energía hidroeléctrica”.
La Niña y más sequía
A pesar del programa de asistencia dispuesto por mandato del presidente de la Nación, la situación puede tornarse más complicada. Existe todavía incertidumbre en la comunidad meteorológica internacional ante la posibilidad de que vuelva a producirse, en esta segunda etapa de 2021, un fenómeno de La Niña.
La niña es un fenómeno climático que se produce por el surgimiento de fuertes corrientes ventosas en el Pacífico ecuatorial, y es parte de un ciclo climático natural-global. Estos vientos disminuyen la temperatura superficial del mar y trae aparejadas sequías como las que observamos en la región durante la primavera austral del 2020. Si este escenario de La Niña se repite, cosa que desde la Organización Meteorológica Internacional (WMO) no se animan aún a desmentir, es altamente probable que la seca se mantenga al menos hasta diciembre de este 2021.
Esta sequía, sumada a la bajante del río, terminará por complicar mucho más seriamente a los cultivos, a la actividad de los puertos ribereños del país (y a la infraestructura de éstos), a la generación de energía eléctrica y también nuclear (por las complicaciones que genera la falta de agua en los sistemas de enfriamiento de Nucleoeléctrica Argentina) y modificando de manera preocupante la flora y la fauna que habitan a lo largo del Paraná.
Esta bajante que excede los parámetros habituales, y que ha roto una marca de 77 años sin bajantes similares registradas en nuestro país, termina por evidenciar los efectos gravísimos que produce la codicia mal administrada de quienes abusan de su propiedad privada con tal de poder festejar una cosecha récord.
Los ríos están languideciendo a raíz de estos modelos productivos, y nos dejan a merced de un fenómeno climático global que pueda explicar la presencia -o no- de sequías y bajantes mucho más graves en los próximos años entrantes.
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