Villenas, oficio popular que sobrevive al paso del tiempo
Todos los días, antes que el salga el sol, un grupo de mujeres paraguayas arriba a Posadas para
comercializar productos frescos por las calles y casas de la capital provincial. Sus clientes las
esperan con ansías y las eligen por precio y calidad. Son sobrevivientes de un paisaje costero
que se fue con el paso del tiempo y la transformación de la ciudad.
Con más de 120 años de historia, el oficio de las “villenas” o “paseras”, sigue vigente en la
ciudad de Posadas, pese a que el paisaje que las vio nacer, aquel que motivó poesías y
canciones, ya no existe como tal. Es que la labor ambulante y transfronteriza de estas mujeres
paraguayas que día a día cruzan a Argentina para comercializar sus productos puerta a puerta,
creció al fragor de las riberas, cuando éstas, afiebradas por la actividad portuaria, lucían
repletas de pescadores, lavanderas, junqueros, palanqueros, oleros y muchas otras economías
que al igual que el de las villenas, resultaban emblemáticas en la capital provincial. Hoy, la
mayoría de estos trabajos ya no se practican.
Canasto en la cabeza / la villena en el sufrir/ el río que no volverá canta Ramón Ayala en
“Posadas del ayer”, una de las obras de arte que menciona a las villenas, al igual que es posible
hallarlas en la icónica obra del artista plástico ya fallecido, Mandové Pedrozo. Incluso el
escritor y periodista Rafael Hernández (hermano del autor del Martin Fierro), en su libro Cartas
Misioneras, reseña histórica, científica y descriptiva de las Misiones Argentinas, de 1887,
describe: “De Villa Encarnación pasan diariamente a este lado más de cuarenta mujeres, con
cargueros de mandioca, naranja, miel, batatas y rapaduras (masacote de azúcar y fariña); con
esto abastecen a esta población. Por la tarde regresan las paraguayas con el producto de su
comercio, al mismo tiempo que vienen otras con su invariable porte, el lío en la cabeza, pies
descalzos, pollera, y un blanco manto que las cubre”.
Sacrificio
Silvia Benítez (63) es Villena hace más de cuarenta años. De lunes a viernes, viene desde
Encarnación junto a otras mujeres, para ofrecer productos frescos a una clientela que se
mantiene fiel ante el paso del tiempo. “Todos los días me levanto a las cuatro de la
madrugada. Preparo los canastos, acomodo bien la mercadería, y salgo con el primer colectivo
del día. A las cinco y media masomenos ya empiezo a vender. Recorro las casas de mi cliente y
voy al centro. A eso de las dos ya me vuelvo a Encarnación” cuenta Silvia, acerca de su
itinerario de trabajo.
En sus canastos, prolijamente acomodadas, hay bananas, paltas, naranjas, frutillas, trozos de
queso fresco, maní, poroto, arveja, maíz, fécula y algunos yuyos. Además , carga un morralcito
en el que lleva las bolsas de nylon, el dinero y los documentos.
“Antes cruzábamos en canoa, y cuando estaba la lancha en lancha. Ahora lo que más nos
conviene es el colectivo, porque el tren nos sale demasiado caro” dice Silvia.
“Nos ganamos la vida con dignidad”
Por calle Alvear, se acerca una clienta, saluda y pregunta “¿Me trajiste lo que te pedí?”. Silvia
sonríe afirmativamente. “Siempre le compro a Silvia, por varios motivos. El precio, la calidad
de lo que trae, todo rico y fresco, y porque hay cosas que sólo ella tiene, por ejemplo esto que
me trajo hoy, poroto verde, que no consigo por ningún lado. La espero siempre con un vasito
de agua y le pregunto si necesita pasar al baño” apunta la clienta.
Los productos de las villenas mayormente provienen de la Feria Municipal de Encarnación, un
mercado ubicado, dentro del Barrio Buena Vista de la ciudad de Encarnación, donde unos 276
feriantes venden productos a bajo costo y con la fiscalización de la comuna.
“La gente nos trata muy bien. Realmente, aunque antes teníamos problemas con algunas
autoridades, ahora estamos trabajando bastante bien, y nadie nos molesta. Es sufrido, hay que
madrugar y cargar varios kilos durante horas. Pero lo hacemos con alegría, es lo que hacían
nuestras abuelas y nuestras madres. Nos ganamos la vida con dignidad” expresó Edelmira (37),
otra de las villenas que recorre las calles posadeñas.
Incluso la antropología en algunos trabajos puntuales, puso su mira en la realidad de estas
mujeres. Una de estas investigaciones pertenece a la antropóloga María Elena Krautstofl y se
titula Territorio de fronteras y Espacio de cuerpo/mujer. Peregrinación transnacional de las
paseras entre posadas (argentina) y encarnación (Paraguay). “La venta domiciliaria, la más
antigua, requiere de una organización del recorrido que implica un pacto con otras paseras en
el cubrimiento de las zonas, en otras palabras, más que superposiciones se evidencia un
trazado marcado. En algunos casos van en pareja o también solas, es a elección. El primero se
podría corresponder a algún tipo de relación de parentesco o íntima amistad de largos años de
andar juntas, aunque también se ve el acompañamiento a mujeres de menor edad que están
en la etapa del aprendizaje del oficio. Se realizaron registros de paseras que caminan solas,
ellas recorren las vías del centro de la ciudad distribuyendo mercaderías a pedido; tienen sus
clienta/es en negocios u oficina” observa un segmento del artículo académico.
Así, mientras el oficio sobrevive a los cambios arquitectónicos y las costumbres de los
posadeños, las villenas irrumpen coloridamente en el paisaje urbano, evocando desde el
presente, al pasado que se fue.
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